A la busqueda de las intuiciones

Manila, 26 de marzo


El discreto caminar de una mosca por mi brazo derecho; pum, la espanto; pero me ha sacado de mi lectura; dejo a un lado el libro de Francis Ponge. No, la ventana está protegida contra los bichos alados. Me doy la vuelta y date, ahí está, una de esas cucarachas voladores de medio metro que habitan los países asiáticos. Ya había descubierto ayer su presencia, corría pies para qué os quiero por la pared del rincón, junto al gran espejo del fondo. Mientras que fui a por un poco de papel higiénico para aplastarla, ya había ganado suficiente altura en el muro como para ponerse fuera de tiro. Luego la volví a ver esta mañana junto al cielo raso, se mantenía a distancia. Pero mira por donde en esta ocasión fue instantáneo, un papirotazo con El silencio de las cosas, la dejó patidifusa. Me fui al cuarto de baño, volví y recogí sus restos en el blanco sudario del papel higiénico. Ya podía continuar con mi lectura: “Rameau quiere estudiar la naturaleza para elegir colores y matices rigurosamente sorprendentes que justifiquen la audacia de sus intuiciones”. Y es que de eso se trataba, de leer, porque habiéndome levantado tarde probé a dar una vuelta por Malate sin que la cosa llegara a cuajar. Demasiado calor y demasiado plano todo a esta hora infausta del mediodía; así que me vino de perlas encontrarme con un gran supermercado; compré algunas cosas para comer y decidí refrigerarme en mi habitación; agua para tomar todas las duchas que quiera y un ventilador de techo que adelgaza notablemente el calor del trópico. Ahora estamos con las intuiciones, que en el caso de Rameau eran audaces.

No, si te digo... y es que por el rabillo del ojo me llegó la visión de otra extraña presencia, tan grande esta vez que no sé si es un ratón... sí como aquellos que en una habitación de Nueva Delhi se ponían por tríos a observarnos desde los montículos de nuestras botas. Aquellos sí que eran simpáticos. Te incorporabas un poco y bajaban de la bota y se ponían a observar el panorama veinte centímetros más allá; y como no sucediera nada volvían a escalar la pendiente herbosa de la caña de la bota hasta su misma cumbre. No, ya, el bicho de hoy –volvió a pasar contoneándose pero vivo- es otra cosa, es desconfiado y huraño; se trata de un pariente cercano de aquel que yace navegando en este momento dentro de su sudario por las tuberías de desagüe del hotel; se largó bajo la cama. En Guatemala, en un espacioso cuarto de baño, recuerdo que pasaba largos ratos echándoles miguitas como a los pájaros para poder atraparlas; pero tampoco se dejaban coger. Cuando ibas al baño salían de sus escondrijos entre los baldosines y se quedaban igualmente mirando. En Marrackes sin embargo, en un hotel junto a la plaza Jemaa el Fna, las cucarachas, largas y gordas como lagartijas empachadas, hacían ejercicios de vuelo; parecían murciélagos. Éstas eran audaces como las intuiciones de Rameau.

Una de las ventajas que proporciona andar por el mundo es tener a mano la posibilidad de estímulos cambiantes y multiformes; pues de la misma manera que hay genios que no necesitan enamorarse para escribir versos de amor, también hay gente menos dotada a la que no suele venir mal que su retina sea impactada por juegos de luces y sombras no habituales, ya que de gran parte de esos estímulos va a provenir la posibilidad de pergueñar algo tangible; porque de la misma manera que a un ebanista no le sirve sólo la madera para fabricar un mueble sino que necesita previamente tener idea de qué tipo de obra va a hacer, al que escribe no le bastan tan solo las palabras, que necesitará con seguridad de la gracia de las intuiciones tanto o más que de su capacidad para juntar palabras. Es por ello que me parece oportuno viajar, porque es una actividad que permite observar la naturaleza y las gentes que la habitan, lo que a su vez ofrece la oportunidad de elegir colores y matices con los que uno se encuentra en el camino, y que de vez en cuando sirven para juntar palabras de modo tal que su conjunto pueda, o formar ideas que interesen a algún potencial lector, o resultar simplemente atractivo en función de su sonoridad, su modo de articularse, su complejidad; una belleza que puede provenir de aspectos muy diferentes del texto en donde tanto lo insólito como el buen oficio tienen parte.

La supercucaracha no volvió a aparecer. Sólo espero que si esta noche me corre por la cara no me entere. Fijaciones de cuando uno era infante y las cucarachas habitaban las casas de la posguerra. Las influencias culturales de nuestro área occidental son determinantes con algunos bichos, ratas, cucarachas, culebras. Los tópicos aparecían con frecuencia en los tebeos de la infancia; donde había un ratón había una mujer haciendo malabarismos para ponerse fuera de su alcance. El chasquido de una cucaracha despachurrada tiene con toda seguridad su codificación de cosa desagradable en alguna parte del cerebro.

Espero de días futuros que la calidad de las intuiciones que me visiten sigan proporcionando material suficiente tanto a mi escritura como a mi cámara fotográfica. Mañana parto hacia el norte de Luzón, la cordillera en donde se asientan las terrazas de los arrozales de Banaue y Bantad, que construyeran los primitivos Ifugao hace más de dos mil años.

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