La gran ereccion

Qatar-Manila, 24 de marzo


Los prepotentes. Volábamos sobre Pakistán, extensas superficies cubiertas de sal rodeaban el agua rizada y azul cuando me dormí profundamente. Antes me había dado tiempo a colocarme el antifaz que me protegía de la luz. Pasaron algunas horas. Cuando metí el dedo por debajo de la tela para mirar fuera, en el espacio del avión había un lecho de oscuridad. Levanté la cortinilla deslizante del óvalo de mi ventana, una luz ambarina iluminaba el ala norte del avión. Debíamos haber atravesado ya la India y Birmania; quizás estaríamos sobre Laos o Vietnam. Gratos recuerdos de mi último viaje a Oriente.


Mi compañera de viaje, una mujer filipina de unos cuarenta años, me ofrece unas chucherías.

-Thank you –le digo con una sonrisa bobalicona de recién despertado.

Paso por el baño, pido un vaso de agua con hielo, vuelvo a mi asiento. Ya sólo queda una línea de luz hacia la cola del avión. Estoy despejado. Departimos un largo rato sobre temas relacionados con el país. Por la televisión pasan la misma película de anoche; infinitas y espectaculares persecuciones, gente hierática, lista, hábil, especialistas en todas las artes marciales y atléticas, guapos, ricos, expeditivos, despectivos, suficientes, un tipo de héroes que evidentemente actúa en un escenario de cartón piedra en donde es necesario forzar el gesto en un primerísimo plano para fijar sobre la retina del espectador la fuerza bruta de la determinación. Un pulso a la altura simultánea de un malabarista, un héroe homérico, un ingenuo bruto que se pasa la película con careto de impenetrable del que no se desprende en ningún instante. Héroes para el siglo XXI. La chaqueta metálica, Apocalipsis Now, algunos de los instrumentos del poder. Grandes dosis de prepotencia, como la sufrida por esos 650.000 muertos de Irak. Están por todos los lados, rondan en las aulas de los institutos, se yerguen bajo las estrellas de la bandera norteamericana, se arraciman en los gestos y las palabras de ese ridículo personaje español del bigotillo al que naúseas me da nombrar.

Prepotentes del mundo. Pasaba cerca del espacio aéreo de Camboya; recordamos a ......... Vietnam, recordamos el napalm. Ayer era Palestina, recordamos Israel y la masacre de palestinos. También está Ferdinand Marcos en la cercana ya Filipinas. Su enorme fortuna personal se montó con los restos del material bélico que dejaron los americanos en el país tras la Segunda Guerra Mundial. Dictadura, la ley marcial, violencia, extorsión. Más prepotencia. Los asnares, los bushs, los blers, la plaga de la Tierra, la suficiencia que exporta hoy en la película Hollywood y que vuela conmigo acompañando mi vuelo a Manila.

Pero significativamente dotados de “nobles sentimientos”; todos quieren hacer un mundo mejor (para ellos, se entiende) desde sus matanzas y extorsiones. Marcos. También, como un bardo, quiso hacer un gesto vistiendo el nombre de su país con las prendas de los conceptos nobles; propuso renombrarlo con la palabra tagala de Maharlika, cuyo significado común era hombre noble... eso hasta que un académico hizo la observación de que la palabra en cuestión ostentaba la segunda acepción de “gran erección”. No era propio, claro, nombrar a un país de ese modo. También Franco hizo de España Una, Grande y Libre.

Hay que trajinar mucho con las palabras para que a uno no le vendan gato por liebre. Es obligado estar atentos y filtrar durante años el mensaje subliminal que los medios nos transmiten; la prepotencia del que tiene el poder puede convertir la arcilla virgen de cualquier ciudadano en carne de cañón; y miremos si no ese gentío cuyo rebaño apacienta últimamente ese otro señor del PP. Unos pocos kilómetros de celuloide proveniente de Hollywood bastaron para mandar al carajo trescientos cincuenta años de presencia española en Filipinas.

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