Turismo sexual

Manila, 25 de marzo

Es verdad, no dejo de ver por la calle a esas parejas que tanto llamaban mi atención en mi último viaje a Oriente: una jovencita oriental de la mano de un occidental generalmente bastante mayor que ella; pero los veo departir con interés, compartiendo incluso largos ratos de conversación, intercambiando caricias. Quizás para muchas de esas chicas la ocasión sea algo más que conseguir unos recursos económicos, y para ellos algo más que comprar un simple servicio. Las escenas desde luego no me desagradan; eso sí, me cuestionan.

Existe una moral de dudoso fundamento que en el momento en que se roza el tema del sexo no acierta a hacer otra osa que rasgarse las vestiduras, quizás con algo de razón, algo, porque la historia de la prostitución es una historia triste y dramática. Naturalmente no se puede meter todo en el mismo saco y hacer de ahí una prédica, y menos cuando ésta parte de un conjunto social que todavía no ha superado sus tabúes sexuales, viviendo en consecuencia mediatizado por una moral hilarantemente hipócrita.

Ceno junto al mar en una terraza de Manila. Se me acerca una joven con un folleto donde se ofrecen masajes, y mi educación (¿cómo calificarla todavía?), o mis restos de equivocada educación, se pone en seguida en guardia, y rechaza amablemente el folleto. Hay gente muy extrovertida, o que sabe mucho y parece estar a la vuelta de todo en cualquier parte del mundo que se encuentre. Pero uno no es así. Uno duda, está en guardia. Hace un rato se acercó un joven, do you like to have a philippine friend? Aseado, cortés, sonriente. Me excusé cortesmente diciendo que en ese momento deseaba estar solo. Sí, claro, te pueden drogar, te pueden robar, puede tratarse de un caníbal que te corte en trocitos, haga contigo pichos morunos y te ase a la parrilla. Uno está en guardia, pero intenta ser buen viajero, y como además se ve diferente a ese personal que se come el mundo tanto aquí como en Pekín, pues trata de reflexionar sobre las razones de las cosas e intenta mantener un equilibrio (mejor equilibrio inestable) que de paso tenga a raya a la timidez. También hay gente que viaja con mucha prisa y que pretende ver un continente en un fin de semana; o los que no pierden detalle, museos, iglesias, mercados, discotecas. Tampoco es mi caso.

Este año no tengo prisas, viajaré mientras el cuerpo me lo pida; cuando esté cansado, descansaré; y cuando definitivamente mi curiosidad primaveral se haya saciado, tomaré un avión y regresaré a mi cabaña a contemplar desde allí cómo transcurren las estaciones; una experiencia nueva que saboreé por primera vez este año y que me va a servir como atractiva referencia para el futuro. Mientras tanto voy a ver por donde me lleva este vivir al día.

Hoy deambulé por el barrio de Intramuros, la parte de la ciudad de origen hispano. Creo que Manila se me va a acabar en pocos días. Cenar junto al mar, pasear y ver qué pasa. La próxima vez que se me acerque alguien lo tendré en cuenta para que ni mi educación ni mi timidez se espanten; inquiriré en esa ruta de los caminos que se bifurcan. Como los lugares comunes me llaman poco la atención trataré de estar ojo avizor a otras posibilidades. Aparte de las terrazas de los arrozales de Baguio y las Chocolathills que han venido sugeridas por una broma de mi hija, no hay nada en el programa, salvo ir saltando de isla en isla como un canguro, hasta llegar acaso a Australia (si la cabra tira al monte, el canguro necesariamente tiene también su Roma), o a Sri Lanka, o a Madagascar, aunque no sé si los saltos de los canguros darán para tanto.

Ojo avizor es mucho decir, porque me he traído un saco de libros que también requerirán su tiempo; pero sí, ojo avizor, voy a tratar de investigar en qué consiste eso del turismo sexual; porque puede que haya alguna realidad que no coincida con lo que se vende en el mercado de la comunicación (por supuesto que mercado, y bastante malo en ocasiones... aunque creo que Sánchez Drago, que entró en televisión hace poco, dice que va a dignificar el periodismo –eso, sí, dice, dejando su ideología colgada en la percha de la entrada del estudio-. Y que me pregunto yo cómo se come eso). Aclarar cosas, resolver dudas, que ya pasaron los tiempos de visitar las catedrales y sus anexos; por cierto que hoy visité la catedral. Había una boda; llegué en el momento en que el novio, que se llamaba Persival, le declaraba amor eterno a la novia, for ever; resonaba en el crucero, bajo los capiteles, se introducía en las capillitas; amor, pero por si acaso un buen atado, una maroma como esa que utilizan para atracar los barcos, que mi marinerito no se vaya nunca a otros mares (y me pregunto ¿por qué esa manía de atarse tan fuerte y para tan largo en vez de dejar que el amor haga su trabajo, mientras esté... ¡no, no!, atarlo fuerte, para que no se escape). La Semana Santa parece ofrecer en Manila tanto como en Sevilla. Veré si me pilla aquí, después de mi vuelta por la isla de Luzón. También tendré que ver si tiene algo que ver una boda en la catedral de Manila con el título que encabeza este post, que posiblemente sí lo tiene; porque con esa manía de atarse unos con otros for ever, no es raro que abunde eso de echar una caná al aire.

Esto debería ser como una morcilla, que decía Francisco Umbral, atada por el principio y por el final; con lo que no me queda otra que volver al tema del principio, el turismo sexual; pero no hay espacio para tanto, al menos en esta tarde que al calor atmosférico se ha añadido en la cena un plato very verly hot –picaba como un demonio-, tinapang tadyang baka, se llamaba el plato; no hay espacio para tanto, habría que delimitar el concepto y definir términos para poder saber de qué hablamos, no se vaya a confundir el culo con las témporas. Desde luego he de confesar que esta noche, pese al calor, no me habría desagradado compartir conversación y cama con un ser de mi misma especie, aunque de distinto género. Aclaración conveniente, porque desde que el otro día escribí en un blog algo relacionado con las cabras, he notado que alguien me mira torcido.

Buenas tardes.





















Imagenes: Manila

1 comentario:

Bruno dijo...

Muy buen post, mis felicitaciones. Creo que las filipinas tienen un encanto muy especial, no se bien que es.
Un saludo desde Uruguay