Un enjambre bajo el arquitrabe

Colombo, 8 de junio

La historia de las sociedades, acaso de las culturas, parece comportarse como un organismo vivo más. Ayer, del arquitrabe del Templo del Diente de Buda colgaban dos enormes enjambres de abejas. La posibilidad de aunar fuerzas, distribuir funciones, mecanizar trabajos y empeñar la actividad individual hace posible la pervivencia de la abeja. Todas las relaciones de dependencia que se dan en el enjambre, que algún día, en una fase de evolución o de relación más acabada, habrá de constituirse en panal, no parecen tener otro objeto que el que tiene cualquier organismo vivo, es decir, mantener encendida la antorcha de la vida; la vida sería el fuego que pasa de una antorcha a otra indefinidamente, de un ser a otro, de los padres a los hijos.
Sería hacer un reduccionismo extremo querer trazar una línea comparativa entre el comportamiento de una colmena y la sociedad, pero es inevitable descubrir en ambas fuerzas internas que obedecen al mismo afán ciego, enterrado en nuestra biología profundamente, de hacer posible la existencia más allá de nosotros mismos.
La aparición de la inteligencia obviamente había de introducir importantes variables diferenciadoras respecto a otros seres menos inteligentes, sin embargo, por poco que se profundice en la evolución de las culturas, no dejan de aparecer aquí y allí concomitancias que ilustran los nexos que existen entre ambas. Con su cerebro primitivo reptiliano la hembra de un lagarto no es capaz de establecer relaciones afectivas con sus crías, su cerebro no está preparado para ello; sí es capaz de establecer esas relaciones afectivas, sin embargo, una hembra cuyo sistema límbico ha evolucionado suficientemente. Y de la misma manera éstos últimos no pueden dar cuenta de sus actos ni razonar porque necesitan para ello poseer un cortex o neocortex que lo hagan posible. No obstante no parece que la inteligencia por sí misma sea capaz a palo seco de organizar desde un laboratorio una entidad nueva, una forma de organización social, unas relaciones que obedezcan únicamente a la lógica de un razonamiento gestado en el estudio de una realidad. La experiencia política de la Revolución de Octubre de mil novecientos diecisiete, quizás sea un claro ejemplo de ello; son tantas las variables en juego, que ni siquiera la sabiduría de Marx y Lenin fueron capaces de encontrar caminos que sólo, parece, la concurrencia de las fuerzas sociales, los distintos intereses, la curiosidad, los atisbos de inteligencia, la concurrencia de personajes sabios en la historia de la humanidad hacen posible llevar lentamente adelante. Nos comportamos como guiados por fuerzas ciegas, pequeñas e imperceptibles “mutaciones”, que con sus concepciones morales, ideologías, modos de relación, descubrimientos, van creando a lo largo de la historia de la humanidad entornos culturales cada vez más evolucionados.

No está de más pues tener a mano estas referencias que entroncan la fuerza motriz de cualquier vida animal con la nuestra propia, tanto personal como social. Comprender hoy cómo fue posible que los ifugao (norte de Luzón, Filipinas) hace más de dos mil años pudieran convertir una alta montaña con una inclinación en algunos lugares de cuarenta grados, en fértiles y armoniosas terrazas de arrozales, requiere echar mano de especulaciones que en parte podrían aplicarse al mundo de las termitas o las hormigas. La lógica de estos comportamientos no estarán después lejos de una fuerte tradición, algo que se crea poco a poco, década a década, la repetición de los actos, los modos de trabajar la tierra, los descubrimientos. Y dentro de ella el desarrollo de una responsabilidad de los miembros de un grupo; gente que está enferma es atendida por sus vecinos; cuando una casa familiar se quema el pueblo entero ayuda a construir otra; las labores agrícolas se hacen con la concurrencia de otros muchos habitantes del valle, el cuidado de los niños se extiende fuera del núcleo familiar. En Asia se habla del consenso como de una parte importante de la conciencia nacional y política. Colin Mason, en su A Short History of Asia, explica a través de estas características las razones por las cuales en Asia no han tenido éxito el estilo de democracia occidental, incluso, dice, en muchos lugares es cortesmente reprobado el hecho de ser gobernados por la mitad más uno. Los métodos de cultivo del arroz están íntimamente relacionadas con concepciones animísticas en las que los dioses controlan las fuerzas elementales de la naturaleza, y ello junto a la creencia de que virtualmente todo contienen una vida-fuerza o “alma” que es lo que impulsa la existencia de todos los seres.

Atravesar estos países día tras día le asume a uno de alguna certeza que no es fácil explicar. Por una parte esa concomitancia con el movimiento general de la evolución de otras comunidades animales, otros seres; por otra las aportaciones específicas que se derivan de una organización social milenaria, sea ésta política, técnica o religiosa; es decir la historia de la Asia actual. Y en este panorama algunos aspectos de la realidad actual que asaltan a cualquier viajero que visite estos países y que se hace tan difícil de conjugar, de entender. Dos ejemplos: la fuerza con que está arraigada en la India la división de la sociedad en castas, y que tiene sus raíces en los primeros tiempos del hinduismo, más de dos mil años atrás. Algo que consideramos tan vejatorio en occidente y constituyó siempre la base de la organización social de este país. Hoy, la discriminación por este motivo es técnicamente ilegal, está expresamente prohibido por las leyes; lo que no es impedimento para que dos personas con alto nivel de educación, un ingeniero y una periodista de distintas castas cuando se casan tengan que marcharse a vivir a Singapur. El otro ejemplo está sacado de la realidad de Sri Lanka. El pueblo tamil lleva viviendo en esta isla aproximadamente desde hace más de mil años; en la actualidad un veinte por ciento de la población, principalmente ubicada en el norte y en el este de la isla. A principios del siglo XIX, cuando los cingaleses, el otro ochenta por ciento, se negaron a trabajar para los ingleses, estos promovieron una importante inmigración de tamiles procedentes del sur de la india, una población más laboriosa que aquella otra cingalesa. En la actualidad, los conflictos que arrojan un número de muertos superior a setenta mil, se siguen sucediendo; y es que tras la independencia los cingaleses, cerriles ellos como tantos de nuestros compatriotas en relación a los vascos y catalanes, quisieron privar a aquellos de su lengua y sus derechos políticos. Consecuencias: el surgimiento de los Tigers Tamil que defienden su derecho de autonomía, y tras ellos, un movimiento ultraderechista, el JVP (Ejército de Liberación Popular), que considera todo intento de llegar a un acuerdo con los tamiles como un acto de traición. En consecuencia el JVP descalabra el suministro energético del sur de la isla como elemento de presión, y mata a políticos del actual partido en el poder, mientras que los Tigers Tamil emboscan al ejército.
Viajar hace inevitable ese intento de analizar y sintetizar lo que uno ve. Hoy, la visión de esos dos enormes enjambres que colgaban sobre nuestras cabezas en el arquitrabe de un templo budista me llevó a éstas consideraciones.

Mis disculpas por lo que pueda tener esto de meterse en camisas de once varas o en un terreno que puede corresponder al antropólogo social.

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