Mapa nuevo y escritura la misma

Taman Negara, 28 de mayo


De golpe he abierto el mapamundi y el planeta se ha hecho enorme; compruebo que en realidad me he movido por un exiguo espacio de terreno. El recorrido hecho es minúsculo. Pero no importa, dejemos África como está porque viéndolo ahí a diario lo mismo estimula mi imaginación y termino recorriéndola de arriba a abajo una vez me haya repuesto de esta impresión de inmensidad que me produce mirar tantos países juntos. De momento ahí está la propuesta de Sri Lanka esperándome; después un largo recorrido por la India con mi amiga con nombre de flor, y ya en los principios del verano, el extremo sur del continente africano con Victoria; y más allá todavía, una incógnita a la largo por resolver, porque podría darse que llegara el otoño y mi cuerpo pidiera seguir pateando el mundo, pese a que mi hija -la Gorda, para la familia- eche unas lagrimitas porque ella quiere ver a su papi antes de que los proyectos que a éste se le ocurren sigan hinchándose como un enorme forúnculo que no tuviera espacio más que para sí mismo. Padre degenerado, diría ella; y mi hijo mayor, er Guille que le decía de peque, le contestará que apañada iba, que le había tocado a esa padre y que ya era tarde de cambiar de padre; sí, que mi hija, si fuera posible, lo mismo le daba la ventolera y se iba al registro civil para que le cambiara de progenitor. Sólo una broma, que ya ha prometido, ya que yo no voy a la montaña, tráermela ella a domicilio; ya me está proponiendo, que si llega el caso de tanta demora viajera, nos veamos en algún país del Magreb o donde se tercie, allá por Navidad, por ejemplo.

En el Photoshop he recortado el mapa a la altura de Mali, por el oeste, que aunque eso no signifique gran cosa porque antes ya lo tenía reducido a algunas islas del Pacífico, deja ahí un precedente; que igual que se le ha ocurrido a mi amiga con nombre de flor acompañarme por el subcontinente índico, qué se yo, recibo una oferta, digamos para atravesar el Sahara en moto o en un todoterreno, o hacer la ruta entre el desierto de Kalahari y las remotas fuentes del Nilo. Todo es posible. Va a depender no sólo de mi ánimo sino de mi hija, de que no le dé por echar excesivamente de menos a su papi; o de Victoria, que se canse de arrear ella sola con la casa; o de mi novia, que se reforme y se convierta en tan buena persona como para que realmente sienta necesidad de volver a su lado. En fin, tantas cosas. También está mi padre, el pobre, que hace ya dos meses que no le veo; o tantos amigos o amigas de viajes urbanos con los que también gusto de compartir aficiones, paseos a la sierra, conciertos, etc.; y por supuesto de los dos perrazos de casa, la viejita Andy (Andy porque iba a ser perro y mi hijo era un enamorado de Andy Warhol cuando la adoptamos. Luego fue perra, pero cualquiera le cambiaba el nombre, Guille que a la sazón (jeje) por entonces andaba por Cork, en Irlanda, se nos habría puesto de uñas si no le dejamos ese nombre) y el bobalicón de Curri, una mezcla de pastor alemán y mastín que ha quedado reflejado en una curiosa característica biológica: una de sus orejas es de mastín, siempre lacia sobre su cara, y la otra de pastor alemán enhiesta y vigilante a cualquier ruido proveniente de fuera de la parcela.

Bueno, estaba con el mapa, lo tengo aquí debajo, junto al bloc de notas; cortemos al oeste por Malí donde ya estuvimos hace un par de años, allá por la remota Tombuctu por donde dobla el Níger como arco de ballesta, que diría don Manuel de su caro río Duero; al norte por Egipto, que hay por ahí un trenecillo casi legendario que atraviesa Sudán hasta cerca de las fuentes del Nilo, y que puede ser una tentación; por el este no hay dudas, porque eso ya es para otro viaje, sería demasiado volver a las islas Molucas o a la tierra de los papúas; y en fin por el sur no hay dudas, la línea roza el cabo de Buena Esperanza, la ciudad de Johannesburgo, el lugar donde aterrizaré a principios de verano. Así que de momento ya tengo el mapa a punto; voy a darle a cortar y lo coloco en seguida. Está bien de vez en cuando tener un mapa enfrente, aventa la imaginación y las ganas de volar.

El mapa está, pues; ahora otro asunto: que ya mismo salgo del Pacífico (¿o lo hice antes?, que no sé a ciencia cierta donde termina éste y empieza el Índico, como tampoco sé si la línea del ecuador está por debajo o por encima de mi latitud) y el título del blog puede no corresponderse ya con los derroteros que está tomando esto. Otro más: estoy leyendo Las hijas del fuego, de Gérard de Nerval (gracias por el regalo) y allí mismo me he encontrado con el interrogante no resuelto de si se debe o no servir la salsa y el pescado en fuentes aparte o no; es decir, las descripciones y accidentes del viaje por una parte y las consideraciones que nada, o casi nada, tienen que ver con él, por otra. Pero no sé, es difícil quitarse de encima esa manía de los paréntesis, las ocurrencias repentinas, una inesperada intuición que te lleva a otra parte...; y que conste que no soy el único, que ya el señor Enmanuel Kant, el filósofo que nunca viajó, pero que tanto sabía, ya era conocido por la necesidad de tener que utilizar para leerle los dedos de los dos manos a modo de señalizador con que servirse en el enmarañamiento de los incisos que surcaban su escritura, a fin de no perder el hilo del discurso. Paréntesis por otra parte que no son otra cosa que la fiel reproducción del modo en cómo el pensamiento se comporta, que no es éste de los que andan en línea recta entre un punto y otro, pues no hay pensamiento que se precie que no vaya distrayendo su atención con los accidentes del camino; sí, echando una ojeada a las chicas bonitas que se encuentra, parándose de vez en cuando a tomar un refrigerio, etc. Vamos, que seguiré a mi bola tirando por donde me pille, que esto de no tener que rendir cuentas a nadie, tanto si se trata de escribir como de tirar para la India o de alcanzar la Ruta de la Seda y recalar en Mongolia, tiene sus ventajas. No cobro un duro por tanto trabajo que me tomo, pero me divierto, y acaso entretengo de paso a algún lector ocasional.

Así que seguimos como estamos, mapa nuevo, pero escritura la misma o parecida.

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