Reciclar

Yakarta, 12 de mayo

Hace días. Pido una especie de sopa. Esta muy caliente, sobrenadan largos fideos en la superficie; le meto el tenedor, saco algo sólido de aspecto indefinible, duro, le hinco el diente: ¿un hueso?; lo dejo en el borde del plato picado un poco por la curiosidad. Vuelvo a meter el tenedor, pruebo los espaguetis, bueno, pasable... Hurgo por el fondo del tazón: todo restos de pollos a los que le falta la carne. Sí, no cabe la menor duda, han hecho la sopa con los restos de la comida que dejan otros comensales después de zamparse la carne. Obvio: ¿por qué tirar todos esos huesos con sus cachitos de carne a la basura? Mejor reciclarlo. Se me quitó instantáneamente el apetito. Mientras medito con el plato de sopa bajo mis narices, se acerca el chico que me ha servido aquel ágape y levantando expresivamente el dedo pulgar, dice: ¡good! Sí, que venga Dios y lo vea.

Un día andábamos por una ciudad alemana con una bolsa de basura dentro del coche buscando un contenedor, y la verdad es que no había manera de encontrarlo... y aquello olía ya. Al final vimos unos cubos altos y negros al otro lado de calle. Paré el coche, cogí la bolsa, crucé la calle y abrí el cubo: estaba lleno de periódicos; los civilizados alemanes (recordemos Birkenau-Auschwitz no más) ya reciclaban desde tiempo atrás, hacían jabón con los cadáveres de los judios, telas con el cabello... todavía grita la tierra cuando uno atraviesa Polonia para visitar la memoria de aquellos hechos. En nuestro caso de entonces la eficiencia alemana no debía contemplar el caso de unos viajeros con necesidad de deshacerse de la basura. El caso es que paré a un alemán de Alemania para preguntarle y éste como respuesta me miró como desde lo alto de una torre y se encogió de hombros. Como no íbamos a cargar con la basura hasta llegar a la Junquera abrí el cubo alto y negro y coloqué delicadamente la bolsa sobre los periódicos. ¡Joder, qué mirada me echó el alemán! Igualito que si hubiera visto un neanthertal por la calle; salvaje, incivilizado decía el descendiente de aquellos años de gloria germana que asolaron el mundo con millones de muertos. Eran tiempos aquellos en que Els Joglars ponían en escena la obra Ya semos europeos, parodiando nuestra idiosincrasia y nuestra lenta aproximación a sociedades como la germana, recicladora ejemplar hasta sus últimas consecuencias de los años cuarenta, de jabón, aceite y productos de cosmética.
Está bien eso de reciclar, sin embargo hay acontecimientos que no teniendo quizás que ver entre sí, cuando se producen juntos pueden ser indicativos de hasta dónde se manipulan los hechos y las ideas, cómo los argumentos que sirven para avalar el reciclado se meten bajo la mesa cuando tenemos enfrente una guerra tan injusta como la Irak . Un ejemplo; recuerdo muy vivamente cómo en los momentos más críticos de los ataques que se llevaban a cabo contra el pueblo de Irak, las calles de Madrid, la prensa, la televisión se usaban para hacer una campaña masiva en pro de esa cosa tan lógica y civilizada como es el reciclado. Uno oía reiterativamente los argumentos que se usaban para convencer al ciudadano de la necesidad de separar los residuos y a continuación, uno al lado de lo otro, contemplaba atónito en el mismo medio de comunicación cómo ese gobierno tan cuidadoso con sus recursos, tan precavido, apoyaba la destrucción masiva de un pueblo, sus viviendas, su infraestructura, sus recursos; naturalmente con la finalidad de controlar los precios energéticos y mantener un nivel de vida conveniente en Occidente, aunque sea pasando por encima de los cadáveres de otros pueblos. Hay que reciclar pero si se trata del vecino usted puede impunemente destruir cuanto crea conveniente; sus campos, sus ciudades, sus recursos, sus vidas.

Que sí, que está bien eso de reciclar; pero que cabría que ser más coherentes, ¿no?, que no pasa nada porque un día una bolsa de basura se mezcle con los periódicos; que hay que reciclar, pero si lo que está usted provocando son miles de muertos un poco más allá del Mediterráneo, guárdese usted la campaña para otro momento... al menos así no se les verá tanto sus intenciones reales, su indignidad, su inmoralidad; que hay que reciclar, pero, por favor, que no hagan la sopa con el restos de las comidas de otros comensales. Me ahorro el comentario relacionado con los campos de exterminio, en cuyas instalaciones actuales se muestra hasta donde puede llegar la degeneración humana cuando se trata de reciclar.

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