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A MI AMIGA DESCONOCIDA II.

Querido amigo lejano,

Ya hace algunos años comencé mi propio viaje interior. Muy alejado del tuyo, por supuesto, lleno de nuevos rumbos, paisajes que ver, gente que conocer, pero muy semejante a la vez. Me había prometido no dedicarle tanto tiempo a la lectura de tu blog y no leer hacía atrás, simplemente avanzar únicamente junto a tu día a día. Soy de aquellas que si bien recuerdan el pasado con alegría, no viven de él y consideran que del presente depende el futuro, por ello pongo tanto hincapié en mi presente. Pero tu frase “… me estoy repitiendo…” fue el disparador de una nueva búsqueda, casi obsesiva; y así fue cómo comencé a leerte desde el principio. Voy lento, porque mi tiempo libre, a diferencia del tuyo (léase: diferentes edades, circunstancias, obligaciones, etc., ya habrás podido observar que no puedo descartar la obligación de mi vocabulario; algún día te explicaré porque), es muy escaso.

Amiga desconocida:

A medida que avanzo con mi lectura me encuentro frente a los mismos interrogantes morales y culturales. Turismo sexual cautivó todos mis sentidos dejándome todo tipo de interrogantes. En primer lugar revivió en mí una pregunta que me hago muy a menudo y para la cual no he encontrado respuesta. ¿Cómo se hace para vivir sin amor, sin amar a alguien hasta las entrañas? No estoy hablando de compañía, hablo de amor explícito.. Sé positivamente que hay diferentes tipos de amor: amor a nuestros hijos, a los padres, amor de amigos y a todo tipo de seres queridos por elección. ¿Pero es esto suficiente? A mi me gusta el amor desgarrador, ese que no nos deja ver que vamos por buen o mal camino, ese amor inspirador de grandes poetas y escritores.

Amigo lejano (yo mismo):

Ya, pero para mí que no son cosas que uno tiene la oportunidad de elegir; no sé si era a ti a quien decía el otro día que no se encuentra lo que se busca, que para encontrar algo hay que no buscarlo. Uno no puede elegir la clase de amor que le gustaría vivir y enamorarse a continuación. No creo que sea bueno vivir este tipos de expectativas.

Amiga desconocida:

Y por otro lado, el otro interrogante. Si el amor se ha terminado, ¿cómo se hace para vivir sin sexo? Imposible. Y, además, ¿cómo puede una mujer tener sexo que no sea amoral o inconveniente si no sé está en pareja?

Amigo lejano:

Ah, la moral ¿a qué o a quien obedecemos con eso de la moral, quien inventó este u otro precepto moral y por qué? El otro día leía una cita del antropólogo Marvin Harris que explicaba la base sobre la que se construyó la imagen sagrada de la vaca en India. La sociedad como conjunto, como animal, como colmena diría yo, tiene un instinto fino, pero que puede quede no ser provechoso para el individuo a la larga, e incluso ir en detrimento de su propia persona desde el momento que vive supeditado a los imperativos sociales. Siempre un equilibrio necesario que hay que buscar. Si en la India hace centenares de años hubieran acabado con las vacas en los momentos de hambruna, de sequía, se habrían comido el último recurso de supervivencia, tras lo cual habría venido la muerte de sus propios habitantes. Era el instinto de supervivencia social lo que animaba, afirma Marvin Harris, a través de la religión, la prohibición de comer carne de vaca. Pero dónde están ahora las raíces de tanto precepto moral después de siglos; quien lo sabe, ¿no somos objeto tantas veces de costumbres periclitadas que se arrastran en la inercia de los siglos condicionándonos desde el fondo de una conciencia que se nutre durante años de mandados ciegos y obsoletos, caducos? ¿Quién impuso la norma moral y por qué? Cuando la autora del Génesis hace su personal interpretación del nacimiento del mundo vive en un contexto socio cultural que después el cristianismo se ha encargado de mantener caliente mucho más allá de lo razonable, mucho más allá de Darwin; lo cual es absurdo, pero ahí está, frente al Big Bang todavía una buena parte de la humanidad cree que nacimos en el ambito de las manos de un Dios dedicado a alfarero o arrancador de costillas. La humanidad realmente empezó a caminar en el momento en que hubo una transgresión, siguiendo el cuento, en el momento en que aquella manzana pasó de las ramas del árbol a la boca de Eva. Parte importante de la historia de la humanidad, del progreso, es transgredir, inventar una ética personal que necesariamente debe ser la síntesis entre la moral recibida y la aportación del individuo. La obediencia ciega a los mandados es la que nos hace derivar nuestro comportamiento a situaciones absurdas en las que el sujeto, como conejo asustado, parece tener miedo de sí mismo, de sus ocurrencia, de las pasiones que habitan su alma. No me leas pensando que estoy haciendo afirmaciones como quien muestra un camino, no es así; es necesario repetirse a menudo, aunque sea diciéndoselo a otros o escribiéndolo en un blog o en un libro, como medio para quitarse las amarras de encima, esa mala educación que casi todos hemos recibido y de la que hablaba mi amiga de Parla el otro día.

¿Por qué ha de estar en pareja necesariamente para tener una relación sexual? ¿Quién lo dice? ¿El Papa? Yo coincidí con el anterior Papa cuando viajó la última vez a Guatemala, asistí a una multitudinaria congregación de fieles; a aquel ser casquivano no le interesaba la dignidad de las personas, lo que éstas desearan o no, su dicha; vivía totalmente mediatizado por la irracionalidad de siglos de retraso, tiempos en que la dignidad de los otros era poco menos que basura, a ellos solo le interesaba un mandado ciego de hacer proselitismo, habían aprendido que lo que tenían que hacer era ganar las almas para el cielo, quisieran ellas o no (-?- Ya sabemos hasta dónde llevaron estos señores del clero su fanatismo y su ceguera, esos nombres que todavía resuenan: Juana de Arco y tantos más en la hoguera).. Tenías que haber visto a esos miles de personas asistiendo al acto, les fotografiaba delante de sus narices y ni se enteraban, levitaban oyendo a aquel anciano chocho (ignoro si eres católica o no; si es así, te ruego que no tomes mis palabras en sentido despreciativo de una creencia, no lo son en absoluto; mis palabras van dirigidas contra aquellos que cultivan la ignorancia de la gente y les sume en la superstición y en la obediencia ciega aprovechándose de la presión que sobre su conciencia histórica ha ejercido una educación errada). Yo estudié ocho años con los curas, no podía mirar a las chicas, me enteré de que me salían pelitos en los genitales un año después de ello; ni mi propio cuerpo podía mirar; toda una aberración. El sexo es comunicación, entre otras cosas, deseos de encuentro con esa parte perdida de uno mismo que pasamos la vida buscando, deseo de encuentro con un todo, placer, lo que quieras. No se puede meter en un solo cajón y decir que... etc. A mí me parece que tocar un cuerpo que te gusta, jugar, penetrarlo es la cosa más bella que se puede hacer en la vida; todas las células del cuerpo se despiertan y se ponen alerta cuando alguien roza el umbral de nuestro deseo. Nos han hecho creer en una alianza inseparable entre el sexo y el amor romántico y para mí que tal no existe; ambas cosas son posibles de manera autónoma, yo diría que en ambos casos vivimos una experiencia muy significativa; aparte de que en una relación sexual me parece que siempre hay algo que roza lo místico, una experiencia que va mucho más allá de nuestra capacidad para clasificar y meter en cajones las experiencias más intimas y entrañables.

Sudo como un pollo en el patio de un hotel de Surabayan. Observarás que mi escritura es bastante compulsiva. Te oigo hablar de amor con tanto énfasis, que es inevitable que yo hable también con énfasis de la vida. La vida, así, sin más; la mía, la tuya, la de un amigo, la de tu pareja, no la vida regentada, medida, orientada... sí, hombre, sí, que me dejen vivir y morir en paz. La única moral real debería ser la que establece el respeto por el prójimo, no hagas nada que moleste al otro... y mientras tanto vive y deja vivir. A mi me encantaría poder acostarme con todas las mujeres que me encuentro en el camino y que me gustan (eso que decía Paniker, que era una pena porque uno es uno y ellas son tantas tantas...).

Amiga desconocida:

Y nuevamente vienen a mi los gatos, aquellos de dos patas, los que nos unieron por primera vez. Si a una mujer de buena familia, educación, madre, hija, ex esposa, trabajadora, etc., se la viera andar por ahí sería juzgada por chica fácil.

Amigo lejano:

Depende, si hablamos de la voz de la calle, de ese porcentaje de población que vive atada de pies y manos a una moral que en ningún momento se han parado en poner en cuestión, sí. Si se trata de personas dueñas de sus pensamientos, gente crítica que aprendió a pensar por sí misma, creo que no. El amor no se puede fundamentar en el aislamiento de la pareja –al menos no en todos los casos- en el abandono de todos los amigos cuando se casan, por ejemplo. Creo. Hay relaciones que se hacen muy ricas en función de una cierta distancia. Ahora... hay que hablar, hay que aprender juntos, hay que crear un mundo, una familia abierta. Y te digo que es posible. Al menos es mi experiencia.

Amiga desconocida:

No así un hombre en su misma situación, por supuesto. ¿Entonces, que debe hacer una mujer con su naturaleza física? ¿Reprimirla? Y muy cerca y dentro del mismo listado de interrogantes se encuentra el miedo, las llamadas de alerta y el …¿con quién? No es fácil encontrar por ahí un digno merecedor de tan fuerte deseo y sentimiento que pueda disfrutar sin dañar ni lastimar el ego de dicha ofrenda. Porque convengamos que sexo tiene cualquiera. Yo hablo del verdadero placer de la entrega. El momento donde los aromas son protagonistas entremezclándose entre sí como cuando un lobo selecciona a su loba, y cada movimiento, cada intercambio se vuelve un banquete. Ese acto que parece interminable no en tiempo sino en sensaciones, donde los cuerpos se mueven con total naturalidad frente al deseo mutuo. Y cada segundo se va componiendo como un pentagrama colmado de las diferentes notas que componen la melodía más excitante y reconfortante del planeta. Y si realmente hay piel se puede llegar a olvidar por completo el tiempo y lugar donde uno se encuentra.

¿Te preguntarás porque te hago todos estos interrogantes sin apenas conocerte? Pués bien, tan lejos de los tuyos pero a la vez muy cerca de ti mismo, algo de esto debe haber pasado en algún momento por tu mente. De hecho se refleja en tus textos. Y también el temor frente a las ofrendas sexuales, aunque te apetezcan. Y aquí es dónde se justifica mi pregunta. Amar es maravilloso pero ata, esclaviza y exige.

Amigo lejano:

He leído más de una vez, y estoy plenamente convencido de ello, que el amor que ata, que el amor que esclaviza, que el amor que exige o que quiere ser exclusivista no es en absoluto amor. Lo repito, no es en absoluto amor. Para mí que el amor es otra cosa bien diferente. No es un seguro de vida, ni un seguro contra la soledad, ni la suma de los bienes gananciales. No es nada de eso. Quien se quiere a sí mismo y no utiliza el amor como un remedo de su propia inseguridad, de su miedo a la soledad, no necesita secuestrar la voluntad del otro. ¿Quién es tal como para asumir el exclusivo derecho del “uso” de la otra persona? El amor no admite rejas ni condicionamientos; es generoso, deseoso del bienestar y el placer del otro; no lo quiere en exclusividad, no es posesivo, desea por encima de todas las cosas el bien de la persona amada, su placer, su deseo.

Y más todavía, seamos prácticos y no volvamos la cabeza a otras realidades, hay relaciones que se oxidan en la humedad y el aire enrarecido del tiempo. Hoy sabemos mucho sobre estas cosas (un buen ejercicio es leer los trabajos de la antropóloga Helen Ficher), pero nos comportamos como si no lo supiéramos. Las pasiones disminuyen de grosor con el tiempo, y para mí que sólo es posible mantenerlas en buena forma dándole un poco la posibilidad de tomar el aire. Y no hablo de teorías.

Amiga desconocida:

Y robo de tu blog unas líneas…¿por qué esa manía de atarse tan fuerte y para tan largo en vez de dejar que el amor haga su trabajo, mientras esté …? Recién ahora estoy asimilando algunos de tus textos y creo que no es que te repitas, sino que partiste con una búsqueda y es inevitable que cada respuesta no se haga presente en los textos a la vez. Quizás lo único que sea reiterativo es la cadencia melancólica común en todo viajero. Es casi imposible no caer en cierta melancolía cuando uno está lejos de casa. Es sorprendente lo que pesan en los humanos esa sensación de atracción hacia el otro, y cómo cambia nuestro estado de ánimo; porque después de haber compartido con Jenny unas cuantas horas de charla tu cadencia melancólica al escribir desapareció. De la misma manera que tu encuentro con aquellos viajeros madrileños también te enfrentaron al deseo de por el momento no estar sólo -creo-, que es quizás lo que me sucede a mi. No me pesa la soledad, simplemente que en algunos instantes me gustaría compartir mi vida, mis deseos con alguien que verdaderamente los comprenda.

Desde aquí tu amiga lejana, nuevamente compartiendo el mismo ciberespacio y las estrellas. Hasta la próxima.

Amigo lejano:

Hasta la próxima, un abrazo.

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