Que nos dejen en paz



Surabayan, 22 de mayo

Hace días escribí un post titulado A mi amiga desconocida, que era la contestación a un correo, efectivamente, de una amiga a la que no conozco, de la que no sé en que parte del planeta vive y a la que me une unas pocas líneas que hemos cruzado a raíz de haber encontrado ella casualmente este blog primaveral. Después de escrito el post decidí no incluirlo aquí porque me pareció que me repetía. Eso fue hace una semana. Hoy, mi amiga desconocida contesta a mi correo con un cariñoso: querido amigo lejano, en el que vuelve a abundar en los temas precedentes. Y leyéndola me pregunto si no habré hecho mal en no haber incluido aquel post aquí; en definitiva hay temas que están tan presente en nuestro interior, nos afectan tanto, que es inevitable volver una y otra vez sobre ellos para en el mirarlos y en el darles la vuelta intentar seguir aclarándonos; que de eso trata una parte importante de la vida. Como en definitiva todas estas palabras, que ya dan para llenar un libro, no van a ninguna parte, sólo tienen los destinatarios que puedan estar interesados en lo que en ellas se dice, me inclino por no sólo incluir aquel post (Mi amiga desconocida I) que deseché en un primer momento, sino que además añadiré la última carta de mi amiga junto a las respuesta que la siguieron (A mi amiga desconocida II).

Ayer miré las estadísticas del Google y me sorprendió encontrarme con un número de visitas que se acerca a las setecientas durante este último mes. Quizás sea un dato suficiente para confirmar la línea en que estoy trabajando, la posibilidad de seguir abundando en esos temas que van apareciendo últimamente en estas páginas.

A MI AMIGA DESCONOCIDA I

Ella se llama X y apareció por el blog a partir de un post que titulé Gatos; ahora ya hace algunas semanas que charlamos de vez en cuando. Al principio descubrimos que los dos fuimos maestros y que ambos coincidíamos en el gusto por los gatos/as de dos piernas. Hay temas comunes que empezamos a compartir. Hace unos días me llegó una carta suya, de la que incluyo parte más abajo. Me satisface este intercambio epistolar, otro aspecto más del viaje que permite compaginar la escalada de los volcanes o las marchas por las selvas con este otro tipo de viaje interior en torno a la realidades cotidianas que a todos nos ocupan. Incluyo en primer lugar sus líneas:

Estimado Alberto, desde que sigo tu blog hay dos temas que están rebotando en mi cabeza. En primer lugar lo de experimentar el mundo, obviamente mi propio mundo. Crecí y fui educada con mandatos algo rígidos provenientes de mi origen sajón. Mi padre me ha educado de manera que ni él hoy predica, pero, como has dicho alguna vez, uno se pasa la vida tratando de sacarse esos mandatos de encima. Quizás el tiempo ha hecho que mejore o me libere en parte pero dudo que pueda cambiar mi esencia. El sentido de la responsabilidad, el deber y el hacerme cargo pueden minimizarse pero jamás van a poder desaparecer para dar lugar absoluto al placer y al deseo.

Quizás te haya encontrado buscándome a mi misma y a mi propia libertad. Es curioso cómo leyendo tus líneas encuentro semejanzas y a la vez diferencias extremas. Lo que más me llamó la atención de este encuentro cibernético, sin duda no casual, fue que respondí tu correo antes de leer tu blog, y cuando accedí al texto correspondiente a ese día descubrí que sin querer, o queriendo, hablabas de mi o al menos mencionabas mis líneas. Lo más llamativo fue que buscando más sobre ti descubrí que habías titulado tu blog anterior “Apuntes de otoño” y yo sin saberlo acababa de titular mi correo “Tardes de otoño”; de ahí pasé a leer “Tiempo para quererse” y nuevamente me sentí parte de tu historia sin siquiera conocerte. Y me pregunté cómo era posible tanta coincidencia. Hace días que sigo meditando al respecto porque en parte de tu relato reconocés haber sido parco con tus expresiones de afecto y aquí es donde me siento en la vereda de enfrente, porque siempre he tratado de expresar y gritar mis sentimientos aún cuando no fueron correspondidos, porque considero que el querer y amar no debe ocultarse. Si alguna vez mis relaciones con el sexo opuesto han fracasado fue por el mismo motivo al que hacés hincapié: tardaron demasiado en expresar que me amaban. Y este es el segundo tema que desvela mis sueños porque no puedo comprender cómo es posible amar y luego dejar de hacerlo. Si alguna vez amé con locura, del mismo modo deje de hacerlo. ¿Cómo el maltrato o el descuido puede desvanecer tal sentimiento? Y recuerdo unos versos de Bécquer que leí en plena adolescencia ... ”Los suspiros son aire y van al aire, las lágrimas son agua y van al mar. Dime mujer cuando el amor se olvida… ¿Sabes tu a dónde va? Poema al cuál no le he encontrado respuesta aún, porque he amado con devoción absoluta y he dejado de amar del mismo modo.

...

Desde aquí muy lejos pero a la vez muy cerca, te mando un afectuoso saludo. Espero sigamos en contacto

Estimada X:

Cuando salí de Madrid, llevaba ya nueve meses de inactividad laboral que a la postre se convirtieron en realidad en meses de una actividad a veces febril, a partir del momento en que me propuse escribir una especie de tetralogía estacional; es decir sustituí una labor por otra. Terminé el invierno con mi tercera entrega, un momento en que en realidad no tenía ningunas ganas de viajar. Fue una decisión fría la de emprender este viaje. El asunto era poner al organismo en condiciones de recibir estímulos, una manera de forzarle a salir de sí mismo y seguir interesándole acaso por los mismos temas, la vida; quizás también el deseo de aprender sobre mí mismo y el mundo; algo que a veces se presenta como un trabajo duro, pero que como todo trabajo creativo tiene sus compensaciones.

¿Qué sucederá cuando la primavera (en el Pacífico) termine? No lo sé; lo que sí sé es que a veces no soy yo quien dirige el proyecto, sino que es el proyecto que me lleva a mí; y no tengo las cosas claras, porque llevo ya muchos días en que, curiosamente, no son muchos los ratos que tengo libres. Y es que la posibilidad de crear algo, de sacar partido al día, está continuamente ahí, a la vuelta a la esquina. Dos ejemplos. Ayer fue día de ocio, todo del día de viaje; me propuse hacer nada, mirar tan sólo tras la ventanilla del minibús; pues bien, ¿querrás creer que no pude resistir el empuje de la escritura? Una letra ilegible, pero de la que salió ya el último post. El siguiente: salí después de desayunar; como Internet en Java central apenas funciona, me llevó tres horas; fui a dar una vuelta; y en seguida me topé con la calle, con la gente, con unos murales, con montones de rostros que, además, se dejan retratar amablemente. Llamo a un grupo de chicos, se acercan, los coloco frente a un hermoso tronco milenario; charlo con unos adolescentes, les fotografío, etc.; llené la memoria de mi cámara con bellas tomas. A continuación buscar por Wonosobo, a base de señas, porque de inglés nada, los servicios de un motero que me lleve a donde quiero ir mañana y además que me sea a las cuatro y media de la mañana porque yo quiero ver amanecer desde los labios de otro volcán (una excentricidad por la que me toca litigar con frecuencia en mi viaje). Y llego al hotel; y ordenar y clasificar las fotos, que me lleva otro rato. Y estudio un rato un librito que me acompaña, A short history of Asia, y entonces abro tu correo que venía en la memoria y de nuevo me encuentro con material como para llenar otras cuantas páginas, materia de reflexión que me interesa y que ahora encuentro no en el viaje sino en tus líneas. Y el día tiene veinticuatro horas... ¿Quién dice que esto es tiempo de ocio?

Mi impresión primera cuando empecé a contestar tu carta estaba relacionada precisamente con esa sensación frecuente de que el día se acaba cuando todavía te queda un puñado de cosas por hacer. A veces es inevitable que esto no traiga una pizca desasosiego. Y junto a ello los temas en sí, que no dejan de presentarse frente a nosotros con su cara interrogadora, vestidos también de cierta inquietud: esas dos cuestiones que planteas: destino y amor, a la que yo sumo ahora el tiempo. Demasiadas cosas para el momento previo al sueño, quizás. Trato de contestarte, lo que también significa intentar aclararme yo mismo. Una amiga, amante de la lectura de Musil, me cita con frecuencia la observación de éste de que en definitiva todo el género humano sería susceptible de circunscribirse a ocho o nuevo tipo de personas y realidades. Probablemente las personas en el fondo no seamos tan distintas unas de otras. A poco que uno empiece a charlar con alguien en seguida los temas vitales se disparan. Ahí los tenemos: nuestra relación con la realidad, el amor, la muerte, la necedad del otro, la soledad… Y frente a ellos, cómo nosotros y nuestro organismo se expresa; cómo mi realidad, mi experiencia respecto a estos temas se encuentra con tu realidad y tu experiencia, con la experiencia de cualquier otra persona.

Querría compartir contigo algo de ese tema que en este momento me resulta tan preciado, y del que ya hablaba aquí el otro día, ese de experimentar el mundo y la realidad. Planteas algo que hoy me parece de una necesidad improrrogable (Paréntesis: llueve, olor a tierra mojada mezclado con un perfume que me recuerda la madera de sándalo. Es un placer de no poca altura oír esta música de fondo a la que acompaña una ligera brisa que entra por mi ventana y llega hasta mi cuerpo desnudo; otra extravagancia a disfrutar cada vez que el calor lo permite); necesidad inaplazable para experimentar en los años de madurez. Te leo, ¿sabes?, y me produce cierta consternación esa idea de que no podamos cambiar algo que está en nuestro deseo cambiar; me refiero a ese imponderable tan común de encontrarse uno tan tan condicionado que no tengamos fuerza para salir de ese círculo de tiza; los tabúes que nos apresan, la religión que nos acorrala, las convenciones que nos aprietan, la familia, el marido o la esposa que... Es algo que cuando me cae cerca, alguien que pueda conocer, me llega a poner en extremo nervioso; conozco a alguna persona de gran valía cuyo pesimismo llega al extremo de considerar que no hay lugar en la vida para cambiar, alguien que podía hacer de su vida una fiesta inteligente y creativa y que sin embargo reiterativamente intenta convencerse a sí misma de que su destino no tiene nada que ver con la posibilidad de desarrollar su persona en un ambiente de libertad.

Si has leído alguno de los últimos post habrás observado que todo esto es un leitmotiv a lo largo del blog. Tengo una amiga que me lo advierte cada poco: ten cuidado porque te repites. Y es verdad, y lo sé, pero quizás tenga que seguir repitiéndomelo de diferentes maneras para que no se me olvide que somos nosotros los que tenemos que construir nuestras vidas; ya hemos crecido, nos hemos hecho mayores, hemos entendido algo de que va esto del mundo, y ahora necesitamos que nos dejen un poco en paz, que podamos organizar nuestra vida a nuestro antojo. No, no se trata de hacer desaparecer el sentido de la responsabilidad y el deber para dejar paso al placer y al deseo; yo entiendo que la responsabilidad y el deber están en nuestra naturaleza, es un bien sin el cual no se podría vivir; es el uso espúreo que se hace de esos conceptos lo que nos ata de pies y manos; todo eso que tardamos décadas en quitarnos de encima. Cada época tiene su medioevo y su inquisición, y la nuestra no es menos.

En relación a la segunda parte de tu correo sólo una aclaración. No sé muy bien qué dicen los tratados de psicología sobre la manera diversa en que nos expresamos hombres y mujeres; pero creo que hay diferencias notables en los modos de expresarnos. Quizás lo que tengamos que hacer sea afinar nuestro oído interno, nuestros ojos, ese sexto sentido que no necesita de las palabras para comprender. Ya, ya sé, que hay quien necesita oírlo. Lo sé, paciencia; algo a tener en cuenta, pero que no sean necesariamente las palabras el hilo de donde pende nuestra afectividad. Hay a quien en vez de decir te quiero le da por hacer docena de poemas; que vaya lo uno por lo otro.

Se me hizo muy tarde y mañana tengo que estar en pie a las cuatro de la mañana para dar gusto a mis extravagancias. Espero que el diluvio que está cayendo en este momento se tome un respiro para dentro de unas horas.

Un cordial saludo.


No hay comentarios: